Los seres y las cosas
Creen que “metas” es un concepto objetivo, sin percatarse de que algo se convierte en meta cuando una persona pone en ello su interés o su deseo. Su voluntad. Su decisión.
A las personas no sólo nos hacen sufrir y gozar los seres y las cosas, sino la idea que tenemos de los seres y las cosas.
Nuestras tempestades sentimentales surgen del choque entre la dura realidad y los tenaces deseos.
El mundo afectivo tiene sus raíces en la acción. Sin necesidades, sin deseos, sin impulsos, nuestra vida sentimental se agota.
Creen que “metas” es un concepto objetivo, sin percatarse de que algo se convierte en meta cuando una persona pone en ello su interés o su deseo. Su voluntad. Su decisión.
Para Aristóteles y para Plotino, las personas tenemos dos facultades: noús y órexis, la inteligencia y el deseo. Para Spinoza y para Nietzsche, la esencia de las personas es el deseo, el ímpetu por ampliar sus poderes.
Sin duda, somos movidos por fuerzas poderosas que desconocemos.
Sin el acompañamiento sentimental, sin la inquietud, angustia, impaciencia, desasosiego, los deseos carecen de energía.
La razón es tan sólo una de las voces que resuenan en la consciencia, y no es la más poderosa.
La realidad humana es deseo, un deseo absurdo porque aspira a la estabilidad, perfección y acabamiento que tiene el ser en sí. El proyecto fundamental del insaciable ser humano es ser Dios. Dios, según Sartre, no es más que la formulación positiva de la infinitud del deseo.
Los deseos entran en la consciencia sin pedir permiso, como tropa bien armada, con banderas desplegadas y a tambor batiente.
Nuestra inteligencia es una inteligencia deseante.
-Anónimo
Voluntad y disciplina